HOME  DEUTSCH  ENGLISH

TANGO EFUSION

EL CANTAUTOR

PABLO ARDOUIN ENSEMBLE

PROGRAM
NERUDA/LORCA

CDs

CUENTOS Y RELATOS

CRITICAS

CANCIONES PARA ESCUCHAR

TEXTOS DE CANCIONES

FOTOS

MATERIAL DE PRENSA

IMPRESIÓN
CONTACTO

 
  CUENTOS Y RELATOS

Oferta impúdica

Recolector de desperdicios

Ruhepause

El sótano

La bicicleta

Arriba la cafetera!

Desentendidos

El condor pasa

El virutex

Pablo der Ritter

Con uñas y dientes

Los vecinos

Sueño raro

Los acróbatas del Tango

Las golondrinas

El hoyo del queque

Carta póstuma a mi amigo

El Canela


Querido Jan,
te estoy escribiendo desde la tierra donde dejaste la huella interminable de tus indestructibles y milagrosas sandalias, como San Francisco, con tus carnes al aire y tu mirada angelical, profunda, insoportablemente humana, insoportablemente bondadosa.
Te recuerdas mi grán amigo Vikingo? Te recuerdas Angélica, Olaf, Biber, Ulli, Klaus, Elvira?

Muchos acá, en el Ostsee, a la orilla de las aguas tranquilas, de las playas ventosas y la arena fina, en la tierra que siguió tu ligero paso, el vaivén de tu melena al viento, te recordaron siempre y seguirán recordándote para que no se apague nunca la llama que inundó nuestros corazones, la llama que salió de tu mirada cristalina y nos dejó aquella sensación imperecedera, de estar frente a un ser ejemplar y único, demasiado único para la órbita de nuestros ojos tan mundanos, para nuestras almas que se han revolcado en pasiones humanas que a veces, nos averguerzan.

Querido amigo Jan, este pedazo de huesos y carne que te está escribiendo, te llamó siempre „mi amigo Vikingo“. Te abrazó como quién se pone entre los brazos la almohada fiel de los sueños. Te acarició la cabellera como con un gesto accidental, para no herir tu condición de varón teutónico y se quedó con las manos ardiendo y la sangre en burbujas.

Yo no quiero despedirte, mi tierno amigo, ni tampoco llorar de tristeza. He descubierto que recordándote, he llorado como un niño, por la felicidad de haberte conocido, por haber tenido el privilegio grande de pertenecer a el entorno donde depositaste la bondad de tu alma, el calor de tus ojos, y la fragilidad de porcelana de tu corazón inmenso.

Yo no quiero despedirte, amigo Vikingo, quiero saludar y dar la acogida a las emociones, al encanto de tu aura que nos ha inundado, a los retoños en quienes depositaste lo bienaventurado de tus genes, a la doncella que llevó en su vientre tres veces, la savia bendita de quienes nos recordarán siempre tu nombre. Para saber que hemos nacido y hemos venido sólo para ser semejantes a tí y sin embargo, lo mundano nos ha rendido.

Permíteme ahora, mi amigo Jan Steinhöfel, sentarme a llorar sólo ante el paisaje de esta tierra que te vió nacer. No quiero pensar que estarás triste de que en esta acogida no esté a tu lado. Piensa en lo maravilloso que será, cuando yo contemple con tu mirada, a través de mis ojos llorosos, el paisaje infinito de los mares perdidos a orillas del continente, cuando mis ojos con tu mirada naveguen por el Kieler Bucht, el Eckernfoerde Bucht y se tiendan entre la arena y las dunas de el Lolland y Bagenkop. Es todo lo que este vasto corazón de huaso acaballado, desde la distancia, te puede ofrecer.

Querido Jan, ya sé que no me contestarás esta carta que te escribo desde una tarde primaveral alemana, no puedo esperar de tí otra cosa, nunca lo hiciste y no será esta la ocasión de hacerlo, no importa, lo que no ha dejado tu pluma, lo han dejado tus ojos. Siempre pensé en tus ojos, tus ojos fueron las cartas, aquellas que no enviáste nunca pero que extrañamente siempre llegaron.

Mi amigo Jan Steinhoefel, mi amigo Vikingo, no nos cansaremos nunca de darte la bienvenida a lo más profundo de nuestros corazones.

Recibe mi cariñoso abrazo y deja imaginarme, que todos los besos en tu mente se adormecen.


Pablo Ardouin Shand
Frankfurt, Alemania, 27 de Mayo 2003