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CON UÑAS Y DIENTES

„Con uñas y dientes“, así se dice en Chile, principalmente a las mujeres, para aconsejarlas respecto a la mejor forma de defenderse frente a una agresión. Yo utilizo las uñas y los dientes para otras cosas bastante prácticas, además de sólo para triturar los alimentos, en el caso de los dientes o para tocar guitarra, en el caso de las uñas. Las uñas de mi mano izquierda me las corto, desde que tengo memoria, con los dientes, lo cual quiere decir que les doy un uso rcíproco y práctico, en el cual las dos se entienden a la perfeción. Así mantengo mis uñas cortas y limpias, como exige la buena apariencia higiénica y los dientes afilados, en caso de peligro o necesidad. Las uñas de la mano derecha las mantengo a raya, con su volumen adecuado para tocar guitarra, en forma civilizada: sólo con lima, sea esto en privado o en público. Con esta manía de la lima, me he acarreado comentarios, miradas y gestos bastante obvios, respecto a mi calidad de macho. Con los dientes deshago nudos ciegos, corto los envoltorios plásticos, los envases de leche y zumos, me muerdo los bigotes, corto cordeles e hilos de hilvanar, hago rechinar los dientes cuando quiero morderme y tragarme alguna rabia y los uso de vez en cuando como manifestación de cariño, mordiendo mesurada y sabiamente los cachetes y el popó de mis hijos y mi mujer. La peor expereinecia fué a los 19 años, cuando a la Isabel casi le corto el lóbulo de la oreja, en una manifestación exagerada de cariño y por la cual ella, se vió obligada a terminar con el romance, con la venia de sus padres, que nos querían casar para que yo me hiciera cargo de la crianza de chanchos que éllos tenían en el sur de Chile. Nunca más supe de ella hasta después del golpe Militar de Pinochet, cuando una íntima amiga me contó, que se había casado con un paco, a quién los padres de Isabel obligaron a dejar el uniforme para dedicarse a la crianza de hijos, en el sur de Chile. Con los dientes y las uñas de la mano derecha corto continuamente un OVNI, (Objeto Volante No Identificado), desperdicio que odio: las hilachas, tanto las mías como las de mis anfitriones y de quien se me pare al frente. Las uñas de la mano derecha las uso para tocar guitarra, deshacer enredos de hilos y tallarines, cortar por la mitad una manzana -haciéndole con la uña del dedo pulgar un zurco, por toda su longitud redonda- descascarar una naranja, hacer un zurco indeleble en la piel si me enojo al extremo, tamborillar ritmos sobre la mesa, dehojar una margarita, rascarme la picada de zancudos y alcanzar en los orificios de la nariz, lo incómodo que se acomoda bién adentro -lo que con las uñas de la mano izquierda no alcanzo. Lo más dificil de mantener, en las uñas de la mano derecha, es la higiene, pero de vez en cuando utilizo para eso también la lima. Pero no existe nada más placentero y relajante, que rascarse, con las uñas de la mano derecha, la cabeza y las bolas, aunque estas últimas con sumo cuidado y evitándolo en público. Con las uñas de la mano derecha tengo también mis problemas, ellas no tienen ojos y a veces a ciegas, hacen daño a otros, cuando doy la mano, cuando intento una caricia, sobre todo en partes íntimas o extremadamente sensibles o hacia mi mismo, cuando descubro un hilo de sangre en la nariz o una costra en la oreja. Nunca he podido mostrar mis dientes como señal de éxito o vida sana, como nos inculca la propaganda Odontine o Julio Iglesias -no son mis dientes lo que más puedo mostrar con orgullo, no son parejos, no son blancos ni brillan por su perfección, más bién diría que algunos hasta brillan por su ausencia. Lo peor que me pasa con mis uñas de la mano derecha, (las de la izquierda son unas estúpidas inservibles) es cuando se me quiebra una en la mitad de un concierto, cuando eso pasa antes de un concierto, entonces me voy al Kaufhof y me compro un frasquito de UHU, le pongo a la uña una capita fina de papel de pañuelos „Taschentücher Seidenweich“, lo empapo con unas gotitas de Uhu -que pega al segundo- y logro pegar el pedazo quebrado, con sumo cuidado, que no se quede pegado un dedo por sécula. Claro que ese arreglo casero dura sólo un concierto no más y a veces sólo la mitad. Pero lo peor que a uno le puede pasar con un diente, en medio de un concierto en vivo en Stuttagart, con lleno total, es que el diente corona -recién pegado por un experto dentista de la Uniklinik de Frankfurt- se suelte, haga un „klack!“ sobre el borde de la guiitarra, tres o cuatro Klacl! más sobre el piso de madera del escenario, venga un cabro rubio revoltoso, agarre el diente frente a todo el público, y levantándolo sobre su mano como un preciado trofeo, me diga, a todo pulmón: „a usted se le cayó ésto!! Desde ahí que me relaciono con mucho respeto y cuidado con la franqueza, la disposición de ayuda, y la desenvoltura de los niños alemanes. En mi país se habrían cagado de la risa, pero nadie habría intentado animarme de esa manera.