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              SOBRE EL CANELA 
            Los Mall en Chile se han convertido en el lugar predilecto de no 
              pocos chilenos, a la hora de elegir el lugar adecuado para sus paseos 
              en horas libres y de Domingo. Se podría perfectamente decir, 
              que el Mall es ya parte de un fenómeno cultural aclimatado 
              en una mentalidad ayanquizada, que sufre de amnesia y de desarraigo. 
              Naturalmente que este fenómeno no está masificado, 
              al extremo de decir, que los chilenos han perdido completamente 
              la relación con sus raices y su acervo cultural -por así 
              decirlo- pero el peligro está ahí, latente, si no 
              fuera poque aún existen ciertas islas, que permiten regresar 
              y reencontrarse con parte de nuestra indiosincracia. Por ejemplo 
              el Mall más conocido, popular y tradicional de mi ciudad, 
              Concepción -ciudad ubicada a cerca de 500 kilómetros 
              al sur de Santiago de Chile- es el Mall de „El Canela“, 
              ubicado frente a la Plaza de Armas, colindando con la Intendencia. 
              Consiste en un carrito de ruedas metálico, con repisa y armado 
              para colgar utensilios y cachivaches que van desde lentes para el 
              sol, cartucheras, cinturones, artículos de cuero, aros, anillos 
              y colgantes, hasta juguetitos mínimos para peques y para 
              adultos que sueñan con volver a serlo. 
             „El Canela“, cuyo verdadero nombre es Nelson Alvarez, 
              propietario de este servicio al transeunte penquista y al cual el 
              lo llama „mi oficina“, es el personaje popular más 
              conocido y querido en Concepción y sus alrededores y de una 
              trascendencia a nivel nacional.  
              La profesión de El Canela es la Poesía Popular y la 
              Paya, arte de la improvisación, tradición que viene 
              desde tiempos de la colonia en Chile y otros paises del cono sur 
              de América, que consiste en el arte de improvisar en forma 
              de versos, cuya forma métrica obedece al legado de la décima 
              Espinela, que fué introducida en Chile por juglares españoles 
              durante la época de la conquista, fórmula inventada 
              por el poeta español Vicente Espinel. 
             El Canela no es sólo comerciante improvisado y poeta, es 
              tambien cuentista y fabulador, bebedor empedernido cuya única 
              contradicción con su condición de pobre y convicciones 
              políticas, es la adicción al Wisky. Bueno para las 
              comidas con mucha carne, conquistador de almas y corazones perdidos, 
              arreglaentuertos, relacionador público, un hacecaminos, representante 
              activo de todas las causas perdidas, aquellas que la grán 
              mayoría de su generación cultural y política 
              en Chile ya abandonaron hace rato, en pos del neoliberalismo brutal 
              y el mundo global, soñado hasta por Pinochet hace 30 años, 
              un mundo libre de izquierdistas, progresistas, sindicatos, subersivos, 
              marxistas y preguntones, defensores de los derechos de las gentes 
              y los pueblos.  
              Abreviando, acá en Europa diriamos que „El Canela“ 
              es un „Entertainer“. En Alemania, en el lenguaje de 
              los izquierdistas de antes, -aquellos modernos-desarrollados-globales-, 
              lo llamarían un „Gutmensch“ (Buénhombre). 
              Mister Bush, si supiera de su existencia, sin lugar a dudas que 
              en un „corto proceso“ y sin vacilar, lo incluiría 
              a él y su Mall, en la lista del „Eje del Mal“. 
              En Chile podríamos sencillamente decir que El Canela es un 
              „Bonachón Subersivo“.  
            Si usted se encontrara con El Canela en la calle, jamás 
              pensaría que es el personaje del que le estoy hablando. Usted 
              vería a un hombre ni tan joven ni tan viejo -sin atreverse 
              a conjeturar sobre su verdadera edad- ojitos chicos y eternamente 
              risueños, gordito, de un metro cincuenta y ocho de estatura, 
              pelo negro azabache, colgando sobre la frente eternamente mojada 
              de sudor, los brazos encorvados a la altura de la barriga, los dedos 
              de sus manos ligeramente acalambrados. Camina arrastrando los pies 
              y una de sus piernas cojea en forma ostensible. Usa placa dental 
              arriba y abajo, lo cual intenta disimular con un bigote que más 
              parece coladegatoahogado, requetecontra usado e inservible.  
            El Canela sufrió de parálisis infantil. De origen 
              pobre y proletario, hijo de minero del Carbón de Lota. Estudiante 
              sin límite y Adhonoren de la UDV (Universidad de la Vida). 
              Logró superar la barrera del atraso cultural, el analfabetismo 
              y las peores secuelas de su enfermedad, gracias al poder de su talento 
              creativo, gracias al descubrimiento temprano del legado de los grandes 
              poetas chilenos (Neruda, Huidobro, De Rokha, Mistral y tantos otros), 
              gracias a su increible fuerza moral y de voluntad inquebrantable, 
              gracias a una generación de jóvenes que lo motivaron, 
              lo apoyaron y ovacionaron en sus presentaciones públicas 
              bajo la dictadura, aquellas presentaciones en donde El Canela despotricaba 
              verso a verso contra el sistema represivo, donde no usaba la fuerza 
              de los versos que decían cosas entre lineas, como muchos 
              de nosotros si lo hacíamos para evitar la represalia de los 
              militares, la temible DINA y los carabineros, si no que acusaba 
              sin pelos en la lengua, de frente y cagado de la risa. Aquellas 
              presentaciones de El Canela que más parecían mitines, 
              en donde hasta Lennin habría sonrojado de envidia. Gracias 
              también a aquella generación libertaria y soñadora, 
              que creia en las utopías y se la jugó por sacar al 
              país del yugo dictatorial, aquella que acudía a las 
              Peñas, a las manifestaciones, a las reuniones semiclandestinas, 
              a las tertulias de canto y poesía, aquella generación 
              de sueños abortados, la misma que hoy en día, o está 
              en posiciones de gobierno y de poder, llevando una política 
              que se contradice con sus añejas convicciones o sencillamente 
              en sus casas, con sus problemas cotidianos y paseando por los Mall 
              los domingos.  
            Si usted va a Concepción, no se olvide de visitar a El Canela. 
              Es bién facil, frente a la plaza, colindando con la Intendencia, 
              Barros Arana esquina Anibal Pinto, carretilla metálica. Si 
              no lo encuentra, deje el recado con su representante, que está 
              atendiendo el Mall o pídale el número de celular, 
              aunque lo más seguro es que El Canela no tenga el celular 
              consigo, apriete la tecla equivocada, lo tenga eternamente apagado, 
              se haya olvidado de como usarlo o que sencillamente no haya tenido 
              jamás, la más remota idea de como hacerlo. Y a propósioto 
              de celulares, un grán amigo alemán, -que visitó 
              Chile conmigo a principios de los años 90- entre todas sus 
              loas a Chile, me hizo una lapidaria afirmación: „Chile 
              es un país de trogloditas con celulares“ (sic). Enrealidad, 
              lo más adecuado, es que usted espere a El Canela comiéndose 
              un helado o regrese en un par de minutos porque El Canela, siempre 
              llega a su oficina y cuando no está, es porque anda tramando 
              un contubernio para la semana y quizás para esa misma tarde, 
              en algún café con piernas, en alguna tertulia de canto, 
              poesía y paya, arreglando un entuerto de algún amigo 
              o amiga, en un azado o de paracaídas en una fiesta del barrio 
              o es posible que esté haciendo penitencia donde su leal compañera 
              Dominga, por algún desarreglo de la noche anterior. Si, Dominga, 
              a quien el ama hasta casi más que la paya, las tertulias 
              y el vino, lo que en el mundo de El Canela es un honor o por decir 
              lo menos, un bastante decir. Si el representante no da señales 
              de saber qué pasa con El Canela y éste definitivamente 
              no llega -después que usted se ha embutido un buén 
              par de helados- entonces llame a la policía, avise por medio 
              de su representante a sus amigos más cercanos y llámeme 
              a Alemania para preparar una carta póstuma en forma de canción. 
             
            Yo conocí a El Canela a principios de los 70, cuando tocó 
              el timbre de nuestra casa. Venía cargado con un lapiz y un 
              blok de escribir bajo el brazo, jovencito y con la cara llena de 
              sonrisas angelicales. En ese entonces escribía poemas de 
              amor, inspirado en una muchacha de su barrio, de la cual estaba 
              perdidamente enamorado. Quería que yo lo guiara por el mundo 
              de las letras, que le ayudara a aprender las formas métricas 
              y la rima, que le prestara libros de poesía, aquellos que 
              el no podía darse el lujo de comprar, que lo incluyera dentro 
              del pequeño círculo ligado al canto y la poesía 
              de Concepción. Quería aprender, estaba ávido 
              de sabiduría, de embutirse en el mundo de la bohemia y la 
              noche penquista, tenía tantas cosas que decir y por decir. 
              Así comenzó nuestra vieja e inquebrantable amistad. 
              En ese tiempo El Canela vendía varillitas de canela frente 
              a la plaza, casi en el mismo puesto de su Mall actual y su eslogan 
              publicitario decía más o menos así: 
             „Canelita, mire señora 
              varillitas para todo gusto 
              póngale sabor a la olla 
              y a su postre el punto justo“ 
            De esa temprana actividad surgió la idea del apodo. Fué 
              en su primera presentación pública masiva en Concepción, 
              en el año 1978, cuando en parte de mi concierto, en el escenario 
              de la Sociedad de Carpinteros y Enbanistas, viéndolo entre 
              el público, lo invité al estrado. Fué allí 
              que lo anucié por primera vez como „El Canela“ 
              y acompañé con mi guitarra sus improvisadas payas 
              y poemas. Muchos en Concepción recuerdan aquella gesta heroica, 
              donde El Canela improvisó payando de lo humano y lo divino, 
              demostrando su ingenio y sabiduría, la picardía y 
              el valor de enfrentarse a los leones. No dejó gallo con pluma 
              ni pluma con gallo, se tomó todo el vino e hizo un robo flagrante 
              del escenario y el espectáculo -que hasta entonces sólo 
              a mi pertenecía-. Fué un caso perdido intentar bajarlo 
              del escenario, y si alguien lo hubiese intentado, lo más 
              seguro es que le habría caído encima una jauría 
              de pifias, insultos y hasta un par de utensilios. 
             Concepción no es una ciudad que se caracterice por que 
              sus calles, parques y plazas esten plagadas de monumentos, como 
              Santiago u otras ciudades latinoamericanas, pero si a alguien habría 
              que levantar un monumento en algún lugar publico es a El 
              Canela, el ha mantenido la pureza y la lealtad a los aspectos más 
              relevantes del caracter e „indiosincracia“ del chileno, 
              los aspectos buenos y los malos -dependiendo del ojo con que se 
              mire-. Esa mezcla de medio indio, medio español-europeo, 
              con reminisencias africanas –como en toda Latinoamérica-. 
              Sus huevadas cotidianas, el sarcasmo, la ironía, la picardía, 
              su concepción de la justicia y la bondad, su caracter solidario, 
              bonachón y sencillo, su provincionalismo crónico, 
              como barrera ante el caracter demoledor del avance de la globalización. 
             
            El Canela es la memoria de Concepción y de Chile y... la 
              espina del esbirro que no pudo ser jamás tocado.  
            Nelson Alvarez El Canela ha publicado en Chile seis libros al estilo 
              de la poesía popular:  
              „A sangre y fuego“ (1987). „100 décimas 
              para don Pablo“ (1987). „Avatares“, 
              (1988). „Michaihue, una historia por contar“ 
              (1991). „Gonelli, la guerra de la subsistencia, (1993). 
              „Canto...en General“ (1999). Recientemente, 
              en el mes de Julio de este año, acaba de salir la segunda 
              edición de „100 decimas para don Pablo“, como 
              parte de los actos commemorativos por los 30 años del golpe 
              en Chile y la muerte de Pablo Neruda.  
            Pablo Ardouin Shand Frankfurt, Agosto 2003  
              A petición del Frankfurter Rundschau para Edición 
              especial del día 30 de Agosto, en conmemoración del 
              11 de Septiembre de 1973.  
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